Arqueta de Isabel Clara Eugenia
1585-1887
Arqueta de forma prismática con tapa troncopiramidal en la que se engarzan perlas, lapislázuli, camafeos y cenefas como decoración. Sus cuatro patas, en forma de sátiros con perlas en sus pechos, se completan con cariátides y tenantes en las esquinas y reptiles en la parte superior. En las placas de cristal de roca de forma oval están tallados temas alegóricos y mitológicos relacionados con los cuatro elementos (agua, fuego, aire y tierra), siendo las dos de los frentes más grandes que las de los laterales. En la tapa encontramos las cuatro estaciones rodeando al carro de Apolo. Las placas fueron talladas por el taller de los Saracchi de Milán. Se presentan enmarcadas por molduras decoradas con broches de oro esmaltados en blanco, verde y rojo y un fondo de labor calada salpicado de joyas de oro esmaltadas. Entre los motivos lúdicos cabe destacar la representación de instrumentos musicales y armaduras militares.
En el interior, la arqueta tiene un fondo de mosaico compuesto por jades, jaspes, ágatas y lapislázuli. En la parte inferior, se abre un cajón con una bandeja dividida en varios compartimentos forrados de terciopelo.
Esta arqueta de plata sobredorada fue regalada a la infanta Isabel Clara Eugenia en 1585 por Carlos Manuel I, duque de Saboya, tras su matrimonio con su hermana Catalina Micaela en Zaragoza. El sobrino de Felipe II encargó en el estado de Milán, entonces dependiente de la monarquía hispánica y uno de los principales centros del mercado de objetos de lujo. Carlos Manuel adquirió entonces numerosos vasos de cristal de roca con formas de navíos, aves y caprichosas criaturas marinas para obsequiar Felipe II y al príncipe heredero. Su diseño se ha atribuido al orfebre al servicio de los Saboya Mario D’Aluigi, mientras que su ejecución se ha relacionado con Annibale Fontana muy relacionado con los Saracchi.
En origen se pudo haber usado como joyero o contenedor de objetos preciosos. A pesar de su iconografía mitológica y profana, la hija mayor de Felipe II la donó en 1593 para albergar al Santísimo en el Monasterio de El Escorial el día de Jueves Santo en el monumento. También fue usada como relicario, gracias a lo cual ha llegado a la actualidad.
Dos inscripciones nos informan de que la pieza fue restaurada en dos ocasiones, en 1737 y 1887. Esta segunda intervención, tras la invasión francesa, intentó recuperar su aspecto primigenio basándose en el documento de donación al monasterio. Se puede considerar que los únicos elementos originales son las placas de cristal de roca y un sátiro de una de las esquinas convertido en columna zoomórfica.