Arqueta de san Félix
1700-1800
La realización de arquetas que combinaban el metal con los trabajos de piedras duras fue una constante en la Florencia del barroco tardío, sobresaliendo en este campo la denominada «Galleria dei Lavori», embrión del «Opificio delle Pietre Dure». A diferencia de los talleres romanos, donde existía una preferencia por las creaciones de piedras duras con motivos geométricos, en la ciudad del Arno estaba más extendido el gusto por las representaciones figurativas, ya fuesen paisajes, animales o, como en este caso, frutas. Con todo, no podemos descartar que se trate de una creación napolitana, donde también se llevaron a cabo este tipo de trabajos.
Esta pieza, datada en el siglo XVIII, fue posiblemente enriquecida a finales de dicho siglo, pues muestra discordancias con las creaciones habituales del momento, tanto en los materiales presentes en la obra como en la disposición de cada uno de sus elementos, tal como hace notar al respecto el estudioso Alvar González Palacios quien, por su parte, relaciona el estilo de alguna las placas de piedras duras con Giovanni Battista Foggini. Igualmente, no solía ser común, a este respecto, la presencia del carey en las producciones florentinas, siendo más habitual el ébano, al igual que tampoco pueden considerarse italianos los motivos de lambrequín realizados en plata que guarnecen la parte inferior, de claro gusto francés.
A principios del siglo XIX la arqueta ya se encontraba en las colecciones reales españolas. Como era habitual en estos casos, dada su riqueza, el objeto cambió su función, pasando a contener las reliquias de san Félix Mártir, de quien toma su actual nombre.