Biombo
1700-1750
Desde el siglo XVI, fueron numerosas las piezas de origen oriental que llegaron a Europa a través de las distintas rutas comerciales. El gusto por estos exóticos objetos, cuya posesión era símbolo de prestigio y refinamiento, alcanzó su culmen en las artes decorativas del siglo XVIII. A este momento pertenece este biombo chino, cuya estructura de madera se cubre con un delicado tafetán de seda pintado a mano y adherido a un soporte de arpillera. Este tipo de textiles pintados, realizados en seda y decorados al temple, eran conocidos antiguamente como «pequines». Actualmente, dicho término va más allá, incluyendo unas características técnicas muy particulares, que hacen que no podamos denominar «pequín» al tejido de este mueble.
A lo largo de sus paneles, se representa una idílica escena relacionada con la corte imperial Tang. Estas pinturas, donde se mostraban paisajes o ciudades, en las cuales se representaban diversos acontecimientos históricos, eran realizadas habitualmente sobre una única y fina pieza de seda blanca, bañada en té para oscurecer el tono; posteriormente, el textil se recortaba para adaptarse a los más diversos usos.
No se tienen datos documentales del papel jugado por este biombo en la historia de los palacios reales españoles. Probablemente tuvo una finalidad meramente decorativa, siendo de gran valor, también, para los monarcas del siglo XIX. Es en la segunda mitad de este siglo cuando la influencia oriental vuelve con fuerza al mundo del arte a través de una mirada distinta, dando lugar al denominado «japonismo». Esto se vio reflejado, por ejemplo, en la creación del Salón de Fumar del Palacio Real de Madrid, y, con toda seguridad, este nuevo gusto por los objetos de Oriente fue la causa de que esta pieza haya llegado hasta nuestros días.