El Jardín de las Delicias
1550-1560
Este tapiz es una copia fidedigna, a mayor escala, del conocido tríptico de El Bosco (1450-1516) El jardín de las delicias (1490-1500). Este paño reproduce con bastante verosimilitud las escenas de la pintura que relatan el paraíso, el purgatorio y el infierno. Las tres están separadas por medio de dos columnas de fuste estriado, talla de roleos y hojas de acanto, que sostienen el mismo arquitrabe que las pilastras laterales de la cenefa.
La serie «prínceps» —o primera— fue realizada para el rey Francisco I de Francia (1494-1547), y desapareció en la Revolución Francesa, siendo esta pieza una de las más antiguas que ha sobrevivido tras la pérdida de la primera edición. Este tapiz, que pertenece a un conjunto total de cuatro, se asienta en las colecciones de Felipe IV (1605-1665) quien lo adquirió, posiblemente, gracias a la herencia del emperador Rodolfo II de Habsburgo (1552-1612), que a su vez lo había obtenido, como menciona Almudena Pérez de Tudela (2014), en la almoneda de bienes del cardenal Antonio Perrenot de Granvela (1517-1586). En origen, la serie constaba de cinco paños, pero en las colecciones españolas nunca se asentó ese último que debió perderse antes. A partir de esta entrada, esta serie ha estado en algunas de las celebraciones más importantes de la Corona española.
Es probable que la idea del tejedor de este tapiz, del que tenemos su firma en uno de los orillos, pero sin identificar, era la de reproducir el efecto de tríptico abierto. A la izquierda se representa el paraíso. Dios bendice la unión de Adán y Eva, desnudos a su lado y, a su alrededor, discurren toda suerte de especies animales y vegetales entre las que identificamos el drago canario (asociado al ambiente celestial) y la palmera, donde se enrosca la serpiente del mal. Esta pareja de plantas muestra una constante tensión en todo el tapiz entre el bien y el mal, que derivará en la pérdida del Edén tras el pecado, tema que ocupa la escena central del tapiz. Aquí, una fuente de coral, símbolo de vida y fecundidad, mana agua en un lago, al que vierten los cuatro ríos del paraíso y cinco construcciones imaginarias. En un plano más cercano al espectador, un cortejo de hombres montados sobre diferentes cabalgaduras gira alrededor de una laguna donde las jóvenes se bañan desnudas, alegoría de los pecados capitales y preludio de la representación infernal que se ve en la última parte de este tríptico tejido. El infierno, presidido por el hombre-árbol, cuya cabeza ha sido considerada un autorretrato de El Bosco, ocupa el registro derecho. En la parte superior destacan los fuegos de las hogueras donde sufren los condenados y bajo ellas aparece un submundo lleno de criaturas fantasiosas realizando todo tipo de prácticas aberrantes.