Retrato de Felipe V a caballo
1737
Felipe V (1683-1746) está representado al aire libre, sobre un caballo blanco en corveta y fondo de batalla. Forma pareja con la efigie de cuerpo entero de su esposa Isabel Farnesio, que, a sus cuarenta y cinco años, renunció a la épica del retrato ecuestre y prefirió ser figurada en un imaginado interior palaciego, vistiendo traje de corte.
El nieto de Luis XIV lleva armadura completa inspirada en algunas de las de Felipe II –como la de ondas o nubes– que se custodian en la Real Armería de Madrid. La Fama hace sonar su trompeta y sitúa sobre la cabeza del soberano una corona de laurel, símbolo de triunfo que proclama el éxito de las guerras italianas –con la conquista de Nápoles y Sicilia–, culminadas con la aceptación de los preliminares de paz el 18 de mayo de 1736. Esa figura en vuelo, vestida de túnica rosácea, destaca por su manto azul de plegados angulosos, que entona con la banda azul de la orden caballeresca francesa del Saint-Esprit cruzada en el torso, mientras que la faja de general, ceñida a la cintura en un rojo muy vivo, lo hace con las plumas que rematan el vistoso morrión con cimera de león. Felipe V, con su larga cabellera al viento –como la crin y la cola del caballo– empuña en la diestra la bengala de mando y, en actitud teatral, parece dirigir las acciones armadas representadas al fondo. Con esta obra emulaba Van Loo otro retrato ecuestre del mismo monarca, también de grandes dimensiones, pintado por su antecesor Jean Ranc unos catorce años antes y conservado en el Museo Nacional del Prado.
De la trascendencia que pudieran llegar a tener en la época estos dos retratos de Van Loo, nos informa un documento diez años posterior a su realización, en el que comprobamos que estas obras importantes, tan emblemáticas en apariencia en la iconografía de los reyes, no tenían acomodo en los palacios reales y se hallaban «en las Casas de Bedmar, y quarto de D.n Luis Wanlo primer Pintor de Camara de S. M.». Pero más sorprende ver que en ese año de 1747 el lienzo de «La familia de Felipe V», ahora en el Museo del Prado, tampoco estaba expuesto en residencia alguna del monarca, ya Fernando VI, y lo tenían «sin Marco» en esas mismas dependencias. El cuadro grande pasó al Palacio del Buen Retiro, en donde fue registrado en 1772 y mencionado siete años después por José de Viera, en su «Elogio de Felipe V». El retrato ecuestre y su pareja ocuparon diferentes emplazamientos en el Palacio Real de Madrid hasta que, en 1881, fueron trasladados a la escalera principal del Palacio Real de San Ildefonso.