Retrato de Mariana de Austria
Hacia 1675
Carreño representa a Mariana de Austria (1634-1696) vestida con el acostumbrado traje de viuda de las Habsburgo, que llevará hasta su muerte. Se elige la fórmula del retrato sentado, ante un bufete en actitud de despachar los asuntos de gobierno, alzando la vista de un pliego de papeles, como así lo muestra la pose de su mano sobre el mismo. Con ello, la reina quería hacer ostentación de su autoridad, como legítima gobernante en nombre de su joven hijo Carlos II. Las representaciones de María de Hungría y de María y Juana de Austria como viudas fueron decisivas para la creación de su imagen como regente, la cual dejó establecida su pintor de cámara, Juan Bautista Martínez del Mazo, en 1666, un año después de la muerte de Felipe IV. Como dice Palomino, lo hizo «con tan gran acierto» que quedó definido como el modelo oficial para los retratos posteriores de la reina, tanto de su mano, como de otros pintores posteriores, como Carreño y Claudio Coello.
La escenografía escogida es el Salón de los Espejos, el lugar más emblemático del Alcázar de Madrid, en el que Felipe IV recibía a personajes del más alto rango, tal como quedó consignado expresamente en las etiquetas de 1647 y 1651. En dicha escenografía juegan un papel importante los atributos por excelencia de la Casa de Austria: las águilas de los espejos y los leones que sirven de patas a las consolas, encargadas por Diego Velázquez durante su segundo viaje a Roma a Matteo Bonuccelli. A través de los magníficos espejos con las águilas imperiales, que dieron nombre a la sala, se intuyen algunos de los cuadros de autores famosos que colgaban en sus paredes, como «Judith y Holofernes» de Jacopo Tintoretto, que hace referencia a la idea de «mujer fuerte» de la Biblia y su parangón simbólico con la reina.
Las distintas versiones casi exactas de este retrato pueden fecharse a partir de 1671, cuando Carreño pasa al servicio de Carlos II como pintor de cámara, por expresa decisión de doña Mariana. Pero este ejemplar se hizo a la vez que su pareja ―el retrato de «Carlos II adolescente» del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial―, que por la edad del representado se considera que sea de hacia 1675, apreciándose con respecto a otras versiones una mayor fuerza expresiva y una cierta vibración cromática dentro de la reducida gama de colores empleada en ello. Ambos retratos se identifican en la cuenta de pinturas llevadas por el pintor entre 1671 y 1677, con los «dos que se hicieron para el escurial y se pusieron en la celda prioral», retratos que han permanecido a lo largo de su historia en el citado monasterio.