Carlos VII, rey de Nápoles, en traje de cazador
1736
El martes 24 de julio de 1736, Carlos de Borbón (1716-1788) anunciaba a su madre Isabel Farnesio el envío desde Nápoles de un par de retratos suyos, este de cuerpo entero de cazador y otro de medio cuerpo, vistiendo coraza y casaca azul (inv. 10021151), «los cuales se me parecen mucho». También José Joaquín de Montealegre y el conde de Santisteban los consideraron «en extremo parecidos, pero particularmente el de medio cuerpo que puede asegurar V. E. a Sus Magestades que está hablando», precisando Montealegre el nombre del autor de la pintura: «un tal Sebastiani, parmesano discípulo del famoso Molinareto», según transcripción de Jesús Urrea en un estudio pormenorizado del retrato expuesto en la Galería de las Colecciones Reales. El maestro a quien refiere este texto fue Giovanni Maria delle Piane, llamado «il Molinaretto» o «Mulinaretto».
Antonio Sebastiani (?-1752), al parecer nacido en Caprarola, representó al monarca con la nariz prominente, pero sin que llegue a parecer aparatosa. Con peluca corta y tricornio, luce la banda de muaré azul celeste de la Orden francesa del Saint-Esprit. A sus veinte años tiene todavía la tez blanca, a diferencia de los retratos posteriores, donde la piel del monarca muestra ya un color tostado por esa vida al aire libre en la práctica diaria de su afición favorita, la caza. En Nápoles, acudía a diferentes reservas en Persano, Portici, Venafro, la isla de Procida, etc. En esta efigie, vestido para la ocasión, tiene las manos enguantadas, sosteniendo la escopeta con la izquierda y llevando la derecha a la cadera. Del cinturón cuelgan un cuchillo de monte y una bolsa. El esmero con que están representados permite pensar que quiso dar a conocer el regalo que le hizo la electriz palatina. Viene descrito en otro documento, dado a conocer gracias a las investigaciones de Jesús Urrea: «unos arneses de cazador a la moda de Alemania que consta de una especie de cinturón con dos bolsas, formado todo de ingenioso texido o sea de hilo, oro y seda […] y de él pende el cuchillo de monte, conteniéndose en las referidas bolsas todo lo necesario para llevar la pólvora, la munición, la medida de las cargas, el silbato para llamar a los perros, el reclamo para las codornices, todo de oro labrado con exquisitísimo arte y primor». El arrobo de la perra blanca mirando al amo recuerda al del retrato «Carlos IV, cazador», pintado sesenta y tres años después por Francisco de Goya (inv. 10002934).
De este retrato de Carlos de Borbón conserva una réplica autógrafa, de calidad semejante y medidas parejas (231,5 x 156 cm), el Museo e Gallerie Nazionali di Capodimonte, en Nápoles (inv. Q 488).