Cornucopia
1830-1860
La cornucopia era una de las tipologías de mobiliario más habituales en toda casa noble o palacio ya fuera por su doble función, a saber, servir de luminaria y reflejar la luz, o por la propia riqueza que implicaba la posesión del espejo, material sumamente costoso durante la Edad Moderna. Realizadas normalmente en parejas o grupos más numerosos, eran suspendidas de la pared a través de un colgadero de hierro o, en el caso de los muros recubiertos de seda, con cordones trenzados de similar material que pendían de la cornisa.
Estas piezas, de pequeño tamaño, también tuvieron su lógica presencia en los palacios y casas de recreo de Carlos IV. Para alguno de estos espacios se realizó, sin duda, esta cornucopia, cuya luna azogada presenta un perfil mixtilíneo sobre el que campea un copete de finísima talla. Los roleos y acantos, rematados en sus extremos por flores colgantes, son un ejemplo de la pericia que alcanzaron los tallistas y ebanistas de la época, pudiendo relacionar esta pieza con la obra del ebanista de la Real Casa José López, quien realizó numerosos muebles y objetos decorativos para el rey.
La llegada de la electricidad hizo que estos objetos perdieran su primitivo uso de luminaria, siendo en su mayoría despojados de los brazos curvos de metal que servían de soporte a las velas y cuya forma hizo que estas piezas fuesen denominadas «cornucopias» por el parecido que mostraban con los cuernos de la abundancia. En este caso y como era habitual desde finales del siglo XIX, el punto de agarre de los brazos de las velas, originalmente situado en el centro del florón de la parte inferior, fue retirado y dorado de nuevo para eliminar todo rastro de esta función.