Cristo con la cruz a cuestas
Hacia 1530
Cristo, coronado de espinas y cubierto por una larga túnica, cae al suelo por el peso de una enorme cruz en forma de «tau», que Simón el Cireneo le ayuda a levantar, a la vez que un soldado romano le azota con su látigo (Mateo 27, 32-33). Tras el grupo, la Virgen es consolada por san Juan, seguida de una de las Marías, mientras las otras dos Marías están arrodilladas ante su paso. En último término, otro soldado lleva atados a los dos ladrones y, detrás, varios fariseos a caballo salen de la ciudad amurallada de Jerusalén.
La obra puede encuadrarse estilísticamente dentro de la producción anterior a la estancia de Coxcie en Roma, a partir de 1530, etapa fuertemente influenciada por su maestro Bernard van Orley, uno de los primeros pintores flamencos en los que se deja sentir la influencia del Renacimiento italiano. El desnudo de fuerte musculatura de uno de los dos ladrones resulta muy atrevido y muestra el interés de Coxcie por incorporar las nuevas tendencias italianas en Flandes. Pero la composición abigarrada con múltiples personajes y el tratamiento de las figuras femeninas se conexionan con la tradición flamenca. Las versiones posteriores que el artista desarrolla sobre el tema ganan en expresividad emotiva, gracias a la influencia de Sebastiano del Piombo, con quien pudo coincidir en Roma en los trabajos para la capilla de Santa Bárbara en la iglesia de Santa Maria dell’Anima. Así, pasamos de las interpretaciones de Cristo acompañado de un ladrón y un sayón del Museo Lázaro Galdiano o la Universidad Complutense de Madrid, a las solitarias y abatidas por el dolor del Museo Nacional del Prado, versión que posiblemente Carlos V llevó también a su retiro de Yuste.
Se identifica por primera vez con la «pintura grande en madera en questa Xpo. q. lleba la cruz a cuestas, donde esta nra. señora y san Juº. y la berónica hecha por maestre Miguel», que aparece en el «Inventario de los bienes q quedaron de su Magd. en Yuste al tiempo de su fallecimiento», de 1558. Al final del asiento dice que «quedo en el monesterio», tras la decisión de Felipe II de que permaneciera adscrito a Yuste, junto al cuerpo del emperador, que continuaba estando en el monasterio. El jerónimo fray Luis de Santa María describe en su crónica (1620-1629), que la pintura fue traída expresamente por Carlos V a Yuste desde Bruselas, como regalo de su hermana y gobernadora de los Países Bajos, María de Hungría, para quien Coxcie había trabajado desde 1546.
El artista llegó a ser uno de los pintores preferidos de Carlos V y Felipe II, ya que sus imágenes, impregnadas de clasicismo italiano, se adscribían a los modos de representación de sus devociones privadas.