Herodías y Salomé con la cabeza del Bautista
Posterior a 1625
Representa el trágico momento en que Salomé entrega a su madre Herodías la cabeza del Bautista, servida en una bandeja metálica, la cual obtuvo como premio a la danza que realizó durante la celebración de un banquete presidido por su padrastro Herodes Antipas. La reina Herodías parece ordenar, con el gesto de su mano derecha a la vieja criada, que destape el paño blanco que cubre la cabeza decapitada del santo. A la izquierda, el verdugo, de espaldas al grupo, guarda la espada en su vaina, en la que aparece inscrita la firma del pintor: «Gdo. Segers ft.».
Es un magnífico original de Seghers que puede encuadrarse dentro de su producción, ya instalado en Amberes, a partir de 1620 tras su viaje a Italia. En este momento el lenguaje caravaggista de su primer estilo queda relegado por la fuerte influencia de Rubens, que imperaba en esos momentos en los Países Bajos españoles. La com¬posición abigarrada de formato apaisado con figuras grandiosas y de brillante colorido es claramente rubeniana, como también lo son los modelos, especialmente los tipos femeninos, de formas redondeadas y cabellos rubios, y ataviados con atuendos de ricas telas.
La escena de Seghers está basada con muy ligeras variantes en una composición del mismo tema de Rubens, hoy perdida y que se conoce a través de la existencia de varios dibujos preparatorios. Los más cercanos son un estudio a carboncillo de la figura del verdugo envainando la espada, fechado en 1601, del Albertina Museum de Viena; así como un boceto a pluma y tinta marrón que reproduce a Salomé y a la vieja sirvienta con la cabeza del Bautista, de entre 1609 y 1610, del Gemeente Museum de Ámsterdam.
Gerard Seghers trabajó junto a Rubens en diversas empresas para la corte española, llegando a declararse «Peintre entretenu de Sa Majesté», es decir, del rey Felipe IV desde 1630. En 1635 participó con el gran maestro en la decoración de la entrada triunfal del cardenal infante don Fernando de Austria en Amberes, del que llegó a ser pintor de corte en 1637. Se desconoce si esta obra vino a España a través de la intermediación del citado cardenal infante, pero su presencia se registra ya en las colecciones reales españolas a partir del inventario del Alcázar de 1666 y en los sucesivos de 1686 y 1700, atribuyéndose siempre a Rubens, a pesar de que la firma es bien evidente. En 1734 figura entre las obras salvadas del incendio del Alcázar de Madrid, en cuyo listado se reconoce ya la autoría a «Jerardo Segres», y en 1772 se reincorpora a la decoración del nuevo Palacio Real de Madrid.