Huertos Farnesianos en el monte Palatino de Roma
1700-1730
Este país de abanico de carácter topográfico, pintado al modo de «veduta» italiana, se inspira en una de las villas de recreo en Roma de la familia Farnese, a la que pertenecía la reina Isabel Farnesio. Está pintado a la aguada y temple sobre una piel finísima de cabritilla. La vista de los Huertos Farnesianos está tomada desde la fachada de acceso del nordeste, abierta a la Piazza del Campo Vaccino sobre el Foro Romano, en el que se distinguen un fuste y capitel clásicos y una fuente a la derecha. La explanada del Foro, con los restos arqueológicos por entonces cubiertos, está frecuentada por figuras populares, dos clérigos y un carruaje apostado junto a la entrada. La vista se interrumpe en el lienzo murado con la puerta monumental diseñada por Vignola hacia 1537, desmontada en 1884 y trasladada en 1954 a la via di San Gregorio.
Al fondo del paisaje se erigen los edificios que jalonan los Huertos Farnesianos sobre la colina del Monte Palatino, en lo alto de las terrazas que organizaban los huertos y fuentes en su interior. Los elementos más reconocibles son las dos torres gemelas o Pajareras Farnesianas, coronadas con las lises de la familia Farnesio, y el torreón defensivo que aún subsiste.
Esta pintura forma parte del conjunto de treinta y un países de abanicos adquiridos para la reina Isabel Farnesio, de los cuales se conservan veintiuno de ellos en Patrimonio Nacional. Las láminas pintadas por miniaturistas romanos llegaban de Italia enrolladas en canutillos de lata, sin montar ni cortar, con la forma rectangular o semicircular y los pliegues más o menos marcados. Las marcas servían de guía para los montadores y de orientación para distribuir las figuras en la composición.
La serie ya figuraba en los aposentos de la reina en los inventarios del Palacio de La Granja de San Ildefonso de 1743 a 1746, lo cual demuestra la decisión personal de la reina de convertirlos en cuadros, dada su calidad artística. Desprovistos de su función inicial, se fijaron a tablas de madera dentro de marcos de dorado broncíneo, moldurados en dos órdenes.
De la serie de países, este que nos ocupa y el de la Villa Madama en las afueras de Roma (nº inv. 10055281) tienen un claro valor evocador, como recuerdo de los paisajes de infancia de la reina, al estar conectados con las posesiones de la familia Farnese. Es fácil comprender que, entre los numerosos envíos de obras de arte gestionados por el cardenal Acquaviva y otros prelados españoles, la reina solicitara el envío de países con vistas de Roma y de sus tesoros artísticos.