La adoración del nombre de Jesús
1577-1579
El tema está basado en una carta de san Pablo a los Filisteos (2, 9-11): «Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra […]». Francisco de los Santos ya lo relaciona en su descripción del Monasterio de El Escorial de 1657, donde explica la escena como una adoración universal de los representantes del cielo, tierra, infierno y purgatorio, al santo nombre de Jesús, interpretado arriba con su anagrama IHS (IESUS HOMINUM SALVATOR) y un coro de ángeles adorantes a su alrededor. Abajo figuran en el lado izquierdo los representantes de la tierra que veneran el nombre de Jesús, distinguiéndose en primer término los principales miembros aliados de la «Santa Liga», formada por España, Venecia y el papado para luchar contra el turco otomano, y que en 1571 ganó la batalla decisiva de Lepanto: Felipe II, vestido de negro, el papa Pío V, el dux veneciano Alvise Mocenigo, con manto amarillo y cuello de armiño; y los tres grandes capitanes de la flota, don Juan de Austria, vestido a la romana y con la espada pontifical que recibió de Pío V, por su defensa de la religión cristiana; y las cabezas de Sebastiano Venier, comandante de la armada veneciana, y Marco Antonio Colonna, de la papal. Y en su lado derecho aparece simbolizado el infierno por las enormes fauces del monstruo bíblico Leviatán, que se abren para engullir a los condenados, lo que tiene su origen en las escenas bajomedievales. Detrás, el purgatorio, plasmado como un mar amarillo, al que se precipitan los condenados y que conduce a un túnel, en el que aparece una ejecución de herejes en una horca.
Aunque no se conocen las circunstancias de su encargo, ni su fecha de ejecución, la tipología de las figuras y la gama cromática permiten encuadrar la obra durante la primera producción del Greco en España, etapa de gran capacidad inventiva y con reminiscencias de su estancia en Italia (Leticia Ruiz, 2014). Son de destacar los contrastes de los azules, amarillos, anaranjados y verdes de las ropas de algunos personajes, con los grises desvaídos con toques violáceos y anaranjados de las nubes y relámpagos que caen sobre la tierra. Las posturas de algunos angelotes en el vacío o de los condenados en el abismo del infierno recuerdan el arte del Tintoretto.
Lo más probable es que la obra ingresara en las colecciones reales españolas hacia 1656, fecha en la que fue enviado a El Escorial, junto al lote de cuadros efectuado por Felipe IV para enriquecer la colección pictórica del edificio, con motivo de la creación del recién inaugurado Panteón de Reyes en 1654.