Misa de san Gregorio
1502-1504
Los tapices eran objetos y bienes de lujo preciados que se convertían en importantes regalos diplomáticos entre miembros de una familia real, nobiliaria o entre altos cargos públicos. Prueba de ello fue el intercambio de paños entre Isabel I de Castilla (1451-1504) y su hija Juana (1479-1555) a comienzos del siglo XVI. La por entonces princesa le regaló a su madre una serie de tapices que ella dejó estipulado en su testamento de 1504 que no se vendieran en almoneda pública, sino que se le devolvieran a su hija. De hecho, la reina Juana tuvo este paño entre sus posesiones durante casi la totalidad de su encierro en Tordesillas, ya que aparece reflejado en el inventario de 1545 de ese palacio. Posteriormente, su nieto Felipe II (1527-1598) añadiría este paño dentro de la primera entrega que realizó al Monasterio de El Escorial, retirándolo, como otros que pertenecieron también a la reina Juana, en 1593.
El tema representado en el tapiz fue muy popular y, de hecho, la reina Isabel la Católica tenía varias obras de arte con esta temática: la visión eucarística y apologética de exaltación de la sangre de Cristo. El episodio que se toma como referencia está tomado de la «Leyenda Dorada» de Jacobo de la Vorágine (1230-1298). En él se narra la incredulidad de san Gregorio en el momento de la consagración de la eucaristía y el milagro de la transustanciación.
Para mostrar tanta complejidad iconográfica y narrativa, la escena se compartimenta en cinco registros separados por medio de arquerías de estilo gótico con capiteles pequeños y fustes estriados y enjoyados. La escena central ocupa la mayor de la superficie del tapiz y está presidida por una mesa de altar en la que el santo gregoriano se encuentra arrodillado ante el milagro de la visión de Jesús resucitado en su sepulcro, rodeado de los instrumentos de la pasión, también conocidos como «Arma Christi». A los lados, en forma de los laterales de un tríptico, se disponen una serie de escenas de la pasión de Cristo: la oración en el huerto y el prendimiento en el lado izquierdo y Jesús y el Cireneo y la crucifixión en el derecho. Bajo estos pasajes, en sendos nichos independientes, el profeta David y san Agustín dirigen su mirada y conmemoran el milagro de la transustanciación. Por último, circundando el campo del tapiz discurre una cenefa de elementos vegetales prototípica de comienzos del siglo XVI.