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Biografía
Tercera de los cinco hijos de los Reyes Católicos Fernando (1452-1516) e Isabel (1451-1504), la Infanta Juana creció en un entorno humanista frecuentado por intelectuales como Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir de Anglería o los hermanos Antonio y Alejandro Geraldini. Cuando aún no había cumplido los diecisiete años de edad, los Reyes Católicos concertaron su enlace con el Archiduque Felipe de Austria (1478-1506), conocido como Felipe El Hermoso, Soberano de los Países Bajos e hijo del Emperador Maximiliano I de Alemania.
El matrimonio, que formaba parte de las directrices de la política exterior de los Reyes Católicos, condicionada para entonces por la rivalidad hispano-francesa, se celebró en la Iglesia de San Gumaro en Lier (Amberes, Bélgica) el 20 de octubre de 1496. Las relaciones conyugales de la pareja fueron bastante inestables debido a las infidelidades de Felipe El Hermoso y a las dificultades de adaptación de la Infanta Juana a su nueva corte. Juntos tuvieron seis hijos: Leonor (1498-1558), Reina de Portugal al casarse con Manuel I el Afortunado (1469-1521) y luego de Francia por matrimonio con Francisco I (1494-1547); el futuro Carlos I de España y V de Alemania (1500-1558); Isabel (1501-1526), Reina de Dinamarca, Suecia y Noruega como esposa de Cristian II de Dinamarca (1481-1559); Fernando (1503-1563), Rey de Hungría y de Bohemia y sucesor de su hermano Carlos en el Imperio; María (1505-1558), Reina de Hungría al casarse con Luis II de Hungría (1506-1526), y futura Gobernadora de los Países Bajos, y Catalina (1507-1578), que nació después del fallecimiento de su padre, Reina de Portugal como esposa de Juan III (1502-1557).
La Infanta Juana pasó a ocupar la primera posición en la línea de sucesión a los tronos de Castilla y Aragón tras las muertes sucesivas de sus hermanos mayores, el Príncipe Juan y la Princesa Isabel, en 1497 y 1498 respectivamente, así como del hijo de esta última, el Infante Miguel de Portugal, en julio de 1500. Juana y Felipe El Hermoso fueron jurados herederos ante las Cortes de Castilla y Aragón el 22 de mayo y el 27 de octubre de 1502 respectivamente. Inmediatamente después, Felipe El Hermoso volvió a los Países Bajos mientras su esposa, que estaba embarazada, permaneció en la corte de los Reyes Católicos. La separación de la pareja no fue larga. La desesperación de la ahora Princesa Juana ante la ausencia de su marido llevó a Isabel La Católica a autorizar su regreso a los Países Bajos en la primavera de 1504, después de que diera a luz a su cuarto hijo, el Infante Fernando.
Juana I se convirtió en Reina de Castilla tras la muerte de su madre, Isabel La Católica, el 26 de noviembre de ese mismo año de 1504. Según lo estipulado en el testamento de la Soberana, su viudo, Fernando El Católico, ejerció la Gobernación del Reino en ausencia de los nuevos Reyes. El traspaso de poderes en Castilla comenzó a negociarse meses antes de que Juana y Felipe El Hermoso desembarcaran en La Coruña el 26 de abril de 1506. Tras un acuerdo inicial, conocido como la “Concordia de Salamanca” (24 de noviembre de 1505), el 27 y el 28 junio de 1506 Fernando El Católico y el Rey Felipe aceptaron los términos de la “Concordia de Villafáfila”, en virtud de la cual Fernando El Católico abandonaba la Gobernación de Castilla y aceptaba la incapacidad de su hija Juana para gobernar. La pugna poder entre ambos Monarcas se había zanjado en favor de Felipe El Hermoso, interesado en gobernar en solitario y obtener la reclusión de su esposa, la legítima Reina de Castilla, con la justificación de un teórico desequilibrio mental. No obstante, las Cortes y buena parte de la nobleza castellana se mostraron hostiles a los propósitos del Monarca, que falleció súbitamente en Burgos el 25 de septiembre de 1506.
Después de la muerte de Felipe El Hermoso, la Reina Juana, que en ese momento se encontraba embarazada de su último hijo, delegó el tratamiento de los negocios de Estado en el Cardenal Cisneros, reclamó el regreso a Castilla de su padre, Fernando El Católico, y comenzó un lento recorrido por diferentes pueblos castellanos junto al cadáver de su esposo. En agosto de 1507 Fernando El Católico volvió a Castilla y se hizo cargo del gobierno. Después de negarse a contraer un segundo matrimonio con Enrique VII de Inglaterra, la Reina Juana fue recluida en Tordesillas en febrero de 1509 a instancias de su padre. La acción del Rey Fernando estuvo dictada tanto por sus propias ambiciones como por sus dudas con respecto al equilibrio mental de su hija.
La Soberana permaneció confinada durante el resto de sus cuarenta y seis años de vida. Desde su retiro en Tordesillas conoció el fallecimiento de Fernando El Católico (enero de 1516) y el ascenso al trono de su hijo, Carlos I, junto al que reinaría nominalmente. El 29 de agosto de 1520, en el contexto de la rebelión de las Comunidades de Castilla contra el Carlos I por razón de su política durante su primera época como Rey, las milicias comuneras tomaron Tordesillas, liberaron a la Soberana y le rindieron pleitesía. En esta coyuntura, la Reina se negó a asumir cualquier responsabilidad en el gobierno y a perjudicar la causa de su hijo. Después del fracaso de la revuelta en febrero de 1522, Juana I perdió definitivamente todo protagonismo político. La Soberana pasó el resto de sus días bajo la vigilancia de los Marqueses de Denia. Juana I, apodada La Loca, falleció en Tordesillas el 12 de abril de 1555. Sus restos descansan, junto a los de su esposo y sus padres, los Reyes Católicos, en la Capilla Real aneja a la Catedral de Granada.
Fuente: Real Academia de la Historia (https://www.rah.es)