Retrato de caballero con capa terciada y gorra
Hacia 1534
Este pequeño retrato de busto de un personaje de la burguesía es un buen ejemplo de la retratística refinada de Corneille de Lyon, llamado así por su larga estancia en esta ciudad. El artista logró crear un género de gran éxito, tanto en la corte lionesa de los Valois como entre los coleccionistas de mediados del siglo XVI, gracias a la perfecta conjunción de la minuciosidad técnica propia de su formación flamenca con la elegancia del retrato de pequeño formato francés. El artista se instala definitivamente en Lyon en torno a 1533, año en el que hace su entrada la reina Leonor de Austria, segunda mujer de Francisco I de Francia y hermana de Carlos V, de quien fue su pintor de corte durante sus estancias en dicha ciudad. También lo fue a partir de 1541 del duque de Orleans, el futuro Enrique II, y de su mujer Catalina de Medici.
Corneille se concentra en presentar el rostro del personaje de frente, otorgándole una dimensión más cercana al espectador, frente a la fórmula de tres cuartos preferida por sus contemporáneos. Todo ello lo consigue gracias a una delicadeza y habilidad técnicas muy precisas, a base de toques con ligeras veladuras, como las que también utilizó para obtener ese particular fondo verde sobre el que destaca al representado, fórmula colorística que tanto éxito alcanzó entre sus seguidores de la corte francesa. Sin embargo, la capa terciada o cruzada, que deja ver el filo de una camisa blanca ligeramente festoneada, y la gorra de color pardo están tratadas con una técnica mucho más suelta y esbozada, que hace resaltar más aún la fisonomía del rostro y su caracterización psicológica frente a otros retratos del momento, que se centran en dignificar a los personajes a través de sus indumentarias y atributos. Los ojos que miran fijamente al espectador son de una especial intensidad expresiva, conseguida a partir de la inclusión de un punto blanco en el iris del ojo y a la traza de unas líneas negras muy finas que circundan la cavidad ocular.
Paulina Junquera (1962) fue la primera en darlo a conocer como obra de Corneille, quien destacó su «sólido dibujo y, en apariencia, de gran parecido» con otras obras del pintor, mientras que Lozoya y Pérez Sánchez (1963) lo calificaron como «un buen Cornelis de Lyon». Anne Dubois du Groër (1996) ha relacionado este retrato con la única obra segura del artista, el «Retrato de Pierre Aymeric» (Museo del Louvre), fechado en 1534, por sus claras conexiones estilísticas y técnicas, que permiten datarlo en torno a las mismas fechas de inicios de su producción. La mayor diferencia estriba en que ha incluido una mano, mientras que en este retrato se limita al busto.