Retrato del Conde Duque de Olivares
Hacia 1638
Es uno de los pocos retratos de pequeño formato conservados de Velázquez, que reproduce de busto al valido de Felipe IV, Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares (1587-1645), en forma de medallón ovalado adaptado a una tablita rectangular. Aparece representado a los cincuenta años, con ese mismo aire cansado y grave, que reflejan la edad y la inmensa responsabilidad que supone llevar las riendas del Estado. Lleva vestido negro, a excepción del toque blanco de la golilla almidonada en forma de plato y la insignia de la cruz verde de la Orden de Alcántara, a la que Olivares se había incorporado en 1624. Lleva la característica melena corta con pobladas patillas, así como el bigote con las puntas elevadas y la perilla corta cubriendo la barbilla, siguiendo la moda española del momento.
Olivares presenta una imagen casi idéntica, sobre el mismo fondo neutro de color gris claro, a la del lienzo de busto prolongado y de tamaño natural del Museo del Ermitage de San Petersburgo, fechado hacia 1638, año en que se sitúa esta miniatura. En torno a esa datación, también se vienen considerando las otras variantes de taller que se conocen, como la de la Gemäldegalerie Alte Meister de Dresde, la del Metropolitan Museum of Art de Nueva York o las de otras colecciones privadas.
La serie de retratos y miniaturas del valido, encargados al pintor a finales de los años treinta, refleja la necesidad de reforzar su presencia en la corte de Felipe IV. Son varias las referencias documentales a envíos de pequeños retratos del conde-duque por Velázquez a las distintas cortes europeas. Uno de los más mencionados fue el que realizó en 1638 en la parte posterior de un joyel, para ser regalado al joven duque de Módena y Reggio, Francesco d’Este, quien también fue retratado por el pintor durante su visita a la corte madrileña en ese mismo año. Pero, de todas las versiones conservadas, solo la de Patrimonio Nacional es la que se acerca de forma magistral y valiente a los modos pictóricos del maestro. La extraordinaria calidad de este ejemplar hace que sea obra incluida en los catálogos razonados del artista: Cruzada, Justi, Beruete, Lafuente, Du Gué Trapier, Pantorba, Perera, López-Rey, Gudiol, Colomer, o Portús
Vicente Poleró en su «Catálogo de pinturas del Monasterio de El Escorial» de 1857 da la noticia de que, según la tradición de la familia Madrazo, fue José de Madrazo, pintor de cámara de Carlos IV durante su exilio en Roma, quien se lo regaló al rey. A partir de ese momento, ya se localiza en las colecciones reales españolas.