San Francisco de Asís en la zarza
1630-1632
El hecho visionario de san Francisco tuvo lugar en la Porciúncula, cuando al santo, después de haberse despojado de su hábito y lanzado sobre unas zarzas de espinas para huir de las tentaciones del demonio, se le apareció un ángel que le ordenó interceder con el papa para la creación de la indulgencia plenaria, conocida como el «Perdón de Asís». Y así aparece san Francisco desvestido de su túnica y tumbado sobre una zarza, cuyas espinas se ven clavadas sobre su torso y pierna, mientras que el gesto expresivo de su rostro queda aún más resaltado por el fuerte contraste lumínico, que recae sobre los cuerpos desnudos del santo y del ángel. El escorzo del ángel se acentúa por la abertura de sus brazos y alas, y por el rompimiento de gloria, mientras que el juego revoloteado de su manto rojo queda interceptado por la nube que actúa de soporte de su figura.
Estilísticamente esta pintura se sitúa en torno a 1630-1632, tal como indica Giuseppe Porzio (2016), ya que son muchas las conexiones con otras obras seguras del artista en ese momento, en el que se siguen ofreciendo soluciones de signo caravaggista, pero en el que ya aparecen novedades, como los preciosismos cromáticos que se aprecian en el ángel. El cuerpo blanquecino del santo tiene una estrecha relación con el del Cristo muerto en brazos de Dios Padre de la «Santísima Trinidad» de El Escorial de 1632, mientras que el ángel tiene su paralelo con el Apolo que desuella al sátiro Marsias que aparece en la versión del tema de 1637 de los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique en Bruselas.
El tema tuvo gran fortuna en la producción de Ribera. Además del lienzo de la antigua colección De Biase de Nápoles, se encuentra la versión horizontal, firmada y fechada en 1642, de la Gemäldegalerie de Dresde, que procede de la colección del VI conde de Monterrey, antiguo virrey de Nápoles e importante mecenas y coleccionista de pintura en la España del siglo XVII. Una copia casi exacta de modesta mano se encuentra depositada en la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid desde 1883, siendo propiedad del Museo Nacional del Prado.
El cuadro se documenta por primera vez en 1797 en la testamentaría del infante don Luis de Borbón, el hijo pequeño de Felipe V e Isabel Farnesio, quien formó una importante colección artística. A su muerte pasó a la colección de su hija María Luisa Fernanda de Borbón y Vallábriga, duquesa consorte de San Fernando de Quiroga, quien lo vendió, junto a otros cuadros, al marqués de Salamanca, y finalmente la reina Isabel II lo adquirió en febrero de 1848.