Sillón
1770-1774
En 1764 Carlos III habitó, por primera vez, el Palacio Real Nuevo de Madrid, estableciendo su cuarto en el ala suroeste del edificio. Aún por concluir las decoraciones interiores, el monarca encargó el ornamento de los espacios más representativos e íntimos de su cuarto al veneciano Mattia Gasparini, llegado desde Nápoles en 1759 acompañando a la corte del nuevo rey. La cámara ―hoy Salón Gasparini― y los anexos gabinetes de maderas finas o «de Indias» fueron los principales espacios en los que el adornista italiano desarrolló su labor, creándose para ello los denominados talleres de ebanistería, bronces y bordados, donde trabajaron grandes broncistas ―como Giovanni Battista Ferroni, Antonio Vendetti y Joseph Giardoni―, ebanistas ―destacando al alemán Knopps, españolizado como José Canops―, y bordadores ―sobresaliendo la esposa de Gasparini, Maria Luigia Bergonzini―.
De los tres gabinetes, el más septentrional fue destinado a pieza de conversación. Para ello, además del pavimento de mármoles, la «boiserie» y la bóveda, Gasparini planteó un conjunto de asientos compuesto por seis sillas de brazos y un canapé. Estas piezas, estudiadas por Juan José Junquera Mato, Ángel López Castán o José Luis Sancho Gaspar, entre otros, se encuentran repartidas en distintas estancias del Palacio Real de Madrid, exhibiéndose uno de los sillones en la Galería de las Colecciones Reales.
El mueble, originalmente tapizado el color verde con galón dorado, no ha conservado el textil original, siendo el actual de factura moderna. Destaca el trabajo de maderas finas, obra de Canops, y los bronces, en este caso de Ferroni. Los motivos de entrelazo se distribuyen por la cintura y el copete, si bien sobresalen los reposabrazos, cuya estructura helicoidal supone todo un alarde tanto técnico y como decorativo que hace de estos sillones uno de los mejores ejemplos de la habilidad de los trabajadores de la madera al servicio de Carlos III.