Testamento original del rey Felipe II
7 de marzo de 1594
Este fue el tercer y definitivo testamento del rey Felipe II, otorgado ante su secretario Jerónimo Gasol , tras los de 1554 y 1557. Fue redactado en los años finales de su reinado y de él se hicieron dos originales para guardarlos en dos de sus proyectos más personales, el Archivo de Simancas (Valladolid) y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid).
En los testamentos reales los monarcas debían incluir el nombre de su sucesor. Felipe II, siguiendo la normativa castellana, designó como su “heredero y sucesos universal en todos los dichos mis Reynos, señoríos y estados” al príncipe Felipe, futuro Felipe III. Pero el testamento destaca por dos motivos, el especial cuidado que otorgó al Monasterio de San Lorenzo el Real en El Escorial, donde el Rey Prudente estableció el panteón real, y la asignación de un patrimonio mueble a la Corona.
Felipe II encomendó al príncipe Felipe que el Monasterio de El Escorial fuera ayudado y favorecido por “el servicio de nuestro señor que allí se haze” y por el establecimiento del panteón de la Casa Real española. Ordenó que su cuerpo fuera sepultado en el monasterio que junto a los de sus padres, los emperadores Carlos V e Isabel de Portugal, sus mujeres Isabel de Valois y Ana de Austria y sus hijos los infantes Carlos, Fernando, Diego, Carlos Lorenzo y María de Austria y que también allí se tienen que “yr poniendo los demás cuerpos Reales de mis sucessores que quisieren sepultarse allí”. Siguiendo esta disposición del Rey Prudente están enterrados en el Panteón de El Escorial doce monarcas con sus consortes.
En cuanto a los bienes muebles, lo habitual hasta este reinado era que el patrimonio del monarca se vendiera en almoneda para sufragar las deudas, pero Felipe II introdujo una novedad importante. Mientras que Carlos I encargó a su hijo que conservase para sí, adquiriéndolas por su precio, las piedras preciosas, joyas de valor, tapicería rica y demás bienes muebles de alguna importancia que habían sido de sus abuelos y bisabuelos, Felipe II, repitiendo el mismo encargo en términos semejantes, prohibió enajenar los bienes que constituían la “Armería, caballos y pinturas y otras cosas ordinarias que quedaren puestas” en los palacios y vinculó a la Corona algunas piezas del Guardajoyas. En otras palabras, existía un patrimonio particular de los reyes compuesto por todo tipo de bienes, pero a la Armería, las caballerizas, las pinturas y otros bienes de los palacios se les otorgó una consideración especial, se vincularon a la titularidad de la Corona.