Vaso
1795-1800
La Real Fábrica de Cristales de La Granja fue una de las manufacturas reales más importantes de todas las creadas en España, a lo largo del siglo XVIII, al amparo del reformismo borbónico. Su fundación ―resultado de las políticas ilustradas de modernización del país— tuvo como precedente la fábrica de Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán. En 1727, bajo el reinado Felipe V, esta manufactura comenzó su andadura produciendo, en un primer momento, vidrios planos y espejos. Pocos años después, comenzó a diversificar su producción contando para ello con expertos operarios, altamente cualificados, procedentes de diversos países europeos. De este modo, terminó estableciendo diversos talleres especializados y almacenes: «Fábricas de Planos» o «Antiguas» del maestro Ventura Sit, «Fábrica de entrefino» o «de alemanes», «Fábrica de labrados» o «de franceses», además de una «Sala de Tallar y Grabar», «Sala de esmaltar», «Sala de carpintería» y «Fragua». Su mayor esplendor se produjo durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, pero fallecido Fernando VII la fábrica se alquiló a manos privadas. Tras diversos cambios de arrendatarios y su total abandono, en 1982 se revitalizó constituyéndose la Fundación Centro Nacional del Vidrio.
A lo largo de los años, la real manufactura produjo una gran cantidad de piezas de variadas tipologías. Entre ellas, abundantes piezas de servicios de mesa, tales como vasos, algunos de ellos magníficos. Es el caso de este ejemplar de delicada factura, realizado en el siglo XVIII, transparente y de forma troncocónica, soplado en molde, tallado y grabado. En él confluyen tanto la maestría técnica como la destreza artística de los maestros talladores y grabadores que lo realizaron. Una habilidad palpable en la rica decoración que lo adorna: en la base con elementos tallados en forma de escamas y, en el cuerpo, con estilizados elementos vegetales y florales grabados alrededor de una cornucopia. En el reverso aparece la letra «R», seguramente alusiva a su autor. Por otro lado, al carácter utilitario que define a este vaso ―como pieza integrante de un servicio de mesa― se suma el de su dimensión artística, factor muy apreciado por los monarcas. De ahí que algunas de estas piezas contasen con su propio estuche, hecho a medida, para su protección y fácil traslado. Sin duda, este vaso es una clara muestra de las suntuosas obras fabricadas en la real manufactura y un testimonio excepcional para conocer algunos de los ejemplares de esta época presentes en los fondos de la colección de cristal y vidrio de Patrimonio Nacional.