Casulla
1570-1572
La casulla es el símbolo del ministerio sacerdotal, relacionada con la caridad. Usada siempre en la misa, se confeccionaba desde la Antigüedad haciendo juego con la estola y el manípulo, conjunto al que se podían unir el cubre cáliz y la bolsa de corporales. En el caso de que, con el mismo tejido, se hicieran también las dos dalmáticas, el conjunto se denominaba terno, haciendo referencia a la celebración de la misa solemne por parte de un presbítero, un diácono y un subdiácono. La codificación de los ornamentos en cuanto a forma, uso y color se estableció en diversos textos a lo largo de la Edad Media. Esa codificación fue seguida, en mayor o menor medida, en los diversos territorios europeos, siendo destacable la profunda remodelación que supuso el concilio de Trento (1545-1563), lo que implicó un gran empuje hacia la uniformidad.
Este tipo de prenda litúrgica, que deriva de la antigua «paenula» romana, quedó identificada como «casa pequeña» en las «Etimologías» de san Isidoro de Sevilla. Caracterizada por sus formas amplias (casi de circunferencia que cubría los brazos), estas fueron recortándose y estrechándose paulatinamente desde los siglos X-XI. Hasta el siglo XIV, las casullas tenían unas grandes dimensiones, que se irán reduciendo, evolucionando en España a las llamadas casullas guitarra debido a su forma, que evoca el contorno de ese instrumento. En la Edad Moderna, las casullas españolas se ornaban con una cenefa central tanto en la parte delantera como en la trasera, como es el caso. Están bordadas en técnica de aplicación. Sobre un terciopelo liso de color carmesí, se disponen elementos vegetales y escudos, algunos con la parrilla alusiva al Monasterio de El Escorial.
La casulla pertenece al llamado «Terno de san Lorenzo», realizado con un espectacular brocatel anillado por trama, uno de los primeros trabajos llevado a cabo en el Obrador de Bordados que Felipe II organizó en el Monasterio de El Escorial, ya que dicho terno fue entregado al Monasterio antes de 1572. El tejido empleado para su confección, típico del Renacimiento, es de gran riqueza. A esto se suma el damasco que se empleó para el forro de las piezas: otro importante tejido cuyo modelo decorativo lo aproxima a talleres granadinos.