Alfombra
1743-1756
En 1743, el bordador de cámara Antonio Gómez de los Ríos comenzó, por iniciativa propia que posteriormente fue reconocida por el rey, la labor de bordado de todo un magnífico pontifical para dotar al Palacio Real Nuevo de Madrid, que en aquel entonces estaba en plena construcción. El conjunto, que era de excepcional calidad, estaba formado por las piezas de indumentaria litúrgica y otros ornamentos necesarios para las funciones religiosas de la Real Capilla. Todos ellos fueron bordados en sedas de colores que destacaban sobre un campo blanco que, a su vez, estaba cuajado con los emblemas de los monarcas reinantes, Fernando VI y Bárbara de Braganza. De esta forma, castillos, leones, las flores de lis de la Casa de Borbón y las quinas de Portugal amparaban toda una serie de escenas y motivos de carácter religioso y alegórico, así como adornos de carácter floral.
Una de las piezas más originales del conjunto es la alfombra destinada al altar mayor, en la que -sobre los emblemas hispano-lusos- figuraban ocho escudetes en grisalla azul con figuras, de las que cuatro de ellas, rematadas por la corona real, representan los continentes entonces conocidos, como símbolo del poder universal de la monarquía hispana. En las otras cuatro, adornos vegetales, elementos en seda que debían de ser muy del agrado de los monarcas, ya que el artista los repitió en el bordado de un dosel que se envió desde la corte española a Tierra Santa, donde aún se conserva en los Museos de la Custodia Franciscana de Jerusalén (inv. núm. N3b), y en el que, en lugar de la representación en grisalla azul de los continentes, bajo las coronas, destacan cuatro escudos de España.
En el centro, un tondo nimbado con la imagen igualmente bordada, pero en hilos entorchados de plata sobredorada, del rey David, ancestro de Cristo, tocando el arpa y cantando los Salmos. Completan el adorno, elementos eucarísticos -vides- y adornos naturalistas de gusto barroco.