El Padre Eterno
1768-1769
En el centro de la pared norte del dormitorio de Carlos III en el Palacio Real Nuevo de Madrid, sobre la gran tabla de nogal de la «Lamentación sobre Cristo muerto», estaba situada otra en madera de caoba con la representación de «El Padre Eterno», teniendo ambas el mismo ancho, pero cada una su propio marco. El de «El Padre Eterno» apoyaba en el cerco de la «Lamentación», a modo de cornisa o remate superior de un espejo fijo, como indicaba Carlo Fea, anotador de la tercera edición italiana de las «Opere» de Mengs, publicadas en Roma en 1787: «serve come di cimasa a guisa d’uno specchio». En un plano celeste de fondo dorado, pero en relación con la escena de abajo, están representados en vuelo Dios Padre y, en forma de paloma, el Espíritu Santo, flanqueados por ángeles mancebos. De este modo, las Tres Personas de la Santísima Trinidad se daban cita en el dormitorio del devoto rey católico, junto a otras imágenes sagradas pintadas por Mengs, además de las del ciclo pasionista: «San Juan Bautista» y «Santa María Magdalena», flanqueando el espejo del tremó, y a un lado del cabecero de la cama, el lienzo de la «Aparición del Niño Jesús a san Antonio de Padua» y la tabla ovalada de la «Inmaculada Concepción», cuadros estos dos últimos «de particular deboción y aprecio de S. M., por lo que se conducen a los R.s Sitios».
De la tabla de «El Padre Eterno», se decía en el «Diario de Madrid» en 1818: «En este cuadro todo es belleza, todo divinidad. La omnipotencia del Hacedor supremo de todo lo criado, el respetuoso y abrasado amor de los serafines, y el admirable explendor de la gloria se hallan expresados en esta pintura con una viveza que sorprende». Uno de los ángeles en vuelo ha sido relacionado con otro de Miguel Ángel en su fresco del «Juicio Final» de la Capilla Sixtina, sin la «terribilità» del florentino. Por el contrario, la figura de Dios Padre, con melena rizada y luengas barbas, parece derivar de modelos clásicos de Júpiter o de las reinterpretaciones que de este dios romano hicieron Rafael o Giulio Romano.
La pintura estaría terminada a mediados de 1769, pues el 7 de julio se ordenó al tesorero mayor que entregase al artista una gratificación de 20 000 reales, «en consideración al primor con que ha pintado unos quadros para el Real servicio, que han merecido el agrado de S. M.», en evidente alusión al ciclo de la Pasión de Cristo, que esta obra debía de culminar. Se tiene noticia de 1788 de que Juan Aguirre, intendente de la Real Fábrica de Cristales, poseía un cartón del Padre Eterno con ángeles.