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En 1819 abrió sus puertas al público el Real Museo de Pinturas, futuro Museo Nacional del Prado, que ofrecía un selecto conjunto de las obras de arte reunidas por los sucesivos monarcas españoles, conjunto que sería ampliado a lo largo de los años con nuevas incorporaciones, adquisiciones y donaciones.
Se exponen aquí tres de esas obras procedentes de las Colecciones Reales y realizadas por Francisco de Goya (1746-1828), pintor que trabajaría al servicio de cuatro monarcas consecutivos. Al primero de ellos, Carlos III, lo retrató como cazador, subrayando así sus cualidades de buen estratega y protector del pueblo. Fue este rey quien, conforme con las ideas de la Ilustración, comenzó a encargar modelos para tapices decorativos de novedosos asuntos de la vida contemporánea. Así, El cacharrero se sitúa en un mercado en el que confluyen miembros de distintas clases sociales, desde un sencillo vendedor de bellos cacharros de loza hasta una aristocrática dama que pasa veloz en su carroza. También el tema del otoño, representado tradicionalmente por Baco, el dios del vino en la mitología, se recrea en forma de vendimia moderna.

Carlos III, cazador

Francisco de Goya y Lucientes
H. 1786, óleo sobre lienzo
P-737
Museo Nacional del Prado

Retrato del rey Carlos III (1716-1788), hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, poco antes de su muerte, ocurrida en Madrid el 14 de diciembre de 1788. La composición sitúa al monarca vestido de cazador, luciendo las bandas de la orden de Carlos III, de San Jenaro y del Santo Espíritu, así como el Toisón de Oro, en las tierras de caza de los reyes, bien en los alrededores de El Escorial o entre el Palacio de El Pardo y la sierra madrileña. Acompañado de un perro, que duerme plácidamente a sus pies, figurando en su collar la inscripción REY N.o S.r sigue la tipología de los retratos de Velázquez del rey Felipe IV cazador, de su hermano el infante don Fernando y de su hijo, el príncipe Baltasar Carlos, conservados ahora en el Prado (P01184, P01186 y P01189), que Goya había copiado al aguafuerte en 1778. 

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El cacharrero

Francisco de Goya y Lucientes
H. 1778-1779, óleo sobre lienzo
P-780
Museo Nacional del Prado

El cacharrero es una escena compleja, que presenta la vida en la ciudad, de apariencia callejera y cotidiana. Un cacharrero valenciano, por su atuendo característico, ha distribuido su mercancía en el suelo, que vende a dos jóvenes y una vieja. Al fondo, una carroza pasa rápida, con una elegante dama en su interior, a la que miran dos caballeros sentados de espaldas. Bajo el aspecto de una bulliciosa escena de mercado se esconde otra de deseos insatisfechos: las jóvenes ante el vendedor ansían sus bellos cacharros de loza, símbolo de la fragilidad femenina, mientras que los caballeros sentados sobre la paja, símbolo de la vanidad de las cosas, dirigen su mirada a la aristocrática dama que pasa veloz en su carroza.

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La vendimia o el Otoño

Francisco de Goya y Lucientes 
1786, óleo sobre lienzo
P-795
Museo Nacional del Prado

El Otoño, estación del dios Baco, se transforma aquí en una vendimia moderna, en que un joven majo, sentado sobre un murete de piedra y vestido de amarillo, color que simboliza el otoño, ofrece a una dama un racimo de uvas negras. El elegante niño, intenta alcanzar las uvas, reservadas, sin embargo, a los adultos. Tras ellos, una campesina lleva sobre su cabeza, con dignidad y apostura clásicas, una cesta llena de uvas, que trae de los campos del fondo. En ellos, los campesinos se afanan en la recogida del fruto, inclinados sobre las viñas, mientras uno se yergue mirando a sus señores. El fértil valle se cierra al fondo por altas montañas, que recuerdan la sierra de Gredos, cerca de Arenas de San Pedro en Ávila, tierra de viñedos.

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Otras obras relacionadas

La caza del jabalí
Francisco de Goya y Lucientes
Doc. 1775
Galería de las Colecciones Reales
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Con este «cartón» o «exemplar» para tapiz, iniciaba Francisco de Goya (1746-1828) su larga relación con la madrileña Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, mantenida, no sin desavenencias, durante casi veinte años. En efecto, el aragonés regresaba a Madrid el 10 de enero de 1775, reclamado por Antonio Rafael Mengs, gracias a la recomendación de su cuñado Francisco Bayeu. Este llamamiento se debía a la necesidad de cubrir la ausencia de Ramón Bayeu, pues su principal cometido en la corte sería suplir a su cuñado en la pintura de cartones. El 24 de mayo firmó la entrega de los cinco primeros, realizados en esos cuatro meses y medio, y el 30 de octubre hacía lo propio con otros cuatro cartones que, junto a los anteriores y a los ya pintados por Ramón Bayeu, completaban los modelos para la realización de los tapices destinados a la pieza donde comían los príncipes de Asturias en el Real Palacio de San Lorenzo de El Escorial.

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Caza del jabalí
Tapiz: Cornelio Vandergoten; Real Fábrica de Tapices. Diseño: Francisco de Goya y Lucientes
H. 1775
Galería de las Colecciones Reales
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La culminación y envío por parte de Francisco de Goya de la serie de nueve cartones de tapices, destinados al comedor de los príncipes de Asturias en el Palacio de San Lorenzo de El Escorial, fue rápida. Se realizó en dos tandas de cinco y cuatro cartones o bocetos entre mayo y octubre de 1775. Esta premura tuvo como consecuencia la materialización del conjunto en un corto espacio de tiempo. Con seguridad, los paños debieron adornar las estancias reales pocos años después, siempre antes de 1783, tal y como se desprende de la documentación de los pagos a la Real Fábrica de Tapices. Aunque estamos ante el primer conjunto terminado del pintor aragonés, y no se puede decir que pertenezca a una idea totalmente suya, hay aspectos de gran complejidad técnica que anuncian el artista en el que se convertirá con el paso del tiempo.

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La feria de Madrid
Tapiz: Real Fábrica de Tapices; Diseño: Francisco de Goya y Lucientes
1779-1801
Galería de las Colecciones Reales
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Tras finalizar su primera serie de cartones para tapiz sobre escenas de caza, iniciada por Ramón Bayeu (1744-1793) en 1775 y supervisada por su cuñado Francisco Bayeu (1734-1795), Goya (1746-1828) llevó a cabo otros ciclos de diseños para paños de forma completamente independiente. En estas composiciones, realizadas para el príncipe Carlos (1748-1819) —futuro Carlos IV— y su esposa María Luisa de Parma (1751-1819), estaban destinadas al madrileño palacio de El Pardo y contaban con los temas populares que los herederos le solicitaron. Estos encargos se establecieron en el comedor de los príncipes (1776-1778) y en su dormitorio y antedormitorio. Los tres proyectos, que el pintor aragonés acogió de muy buen grado, poseen una línea continuista y positiva de la sociedad popular madrileña, destacando en todas la conocida figura del majo, protagonista de escenas taurinas, de danza o juegos.

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La gallina ciega
Tapiz: Real Fábrica de Tapices; Diseño: Francisco de Goya y Lucientes
1789-1903
Galería de las Colecciones Reales
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En 1780 hubo un parón drástico en la actividad de la Real Fábrica de Tapices, por decisión del rey Carlos III (1716-1788), debido a la guerra con Inglaterra y a las necesidades que suscitaban este tipo de situaciones. A causa a esta falta de encargos, Francisco de Goya (1746-1828) tuvo que buscar otro tipo de ingresos, así como clientes a los que poder satisfacer con sus obras. La vuelta a la actividad de la fábrica encontró a un Goya que tenía que hacer frente no solo a las obligaciones derivadas de su condición de pintor del rey, sino también a las de académico (ingresó en ese año), y a la numerosa clientela particular madrileña, teniendo que adaptarse a una vida llena de actividad con un ritmo totalmente frenético.

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Autores y coleccionistas

Carlos III
Monarca

Carlos III

(Madrid, 1716 - Madrid, 1788)

Hijo primogénito de Felipe V (1683-1746) y de su segunda esposa, Isabel Farnesio (1692-1766), la educación del futuro Carlos III estuvo a cargo de Joseph Arnaud, del Padre jesuita Ignacio Laubrussel y del Padre Saverio de la Conca. Junto a la enseñanza de las primeras letras, su formación incluyó conocimientos de Geografía, Historia, Religión, Táctica Militar, latín y lenguas vivas, además de otras disciplinas con un carácter más mundano como la equitación, la caza, el baile y la música. 

En un principio, Carlos III no estaba destinado a reinar ya que sus hermanos mayores, los futuros Luis I y Fernando VI, le precedían en la línea de sucesión al trono español. No obstante, a comienzos de 1731 fue reconocido Duque de Parma y Piacenza, tras la muerte de Antonio Farnesio, y heredero del Gran Ducado de Toscana. Apenas tres años después, en el curso de la Guerra de Sucesión polaca (1733-1735), Don Carlos fue coronado Rey de Nápoles y Sicilia. Sus años de gobierno en ambos Reinos se caracterizaron por el desarrollo de una política reformista que cristalizó en el estímulo del comercio y la industria, la defensa de la ley y el orden público y la protección a las ciencias, las artes y la arqueología. En este último punto es de notar el patronazgo ejercido por el Monarca sobre las excavaciones en Pompeya y Herculano, así como la creación durante su reinado de la Real Academia y del Real Museo Herculanenses. 

Poco después de acceder a los tronos de Nápoles y Sicilia, Don Carlos contrajo matrimonio el 19 de junio de 1738 en Portella (Nápoles) con la Princesa María Amalia de Sajonia (1724-1760). La pareja real tuvo trece hijos: la Infanta María Isabel Antonia (1740-1741); la Infanta María Josefa (nacida y muerta en 1742); la María Isabel (1743-1749); la Infanta María Josefa Carmela (1744-1801), que permaneció soltera toda su vida; la Infanta María Luisa (1745-1792), Gran Duquesa de Toscana y Emperatriz de Alemania casada con Leopoldo II (1747-1792); el Infante Felipe (1747-1777), cuyos problemas de salud le excluyeron de la línea de sucesión al trono; el futuro Carlos IV (1748-1819), que sucedió a su padre en la Corona española; la Infanta María Teresa (1749-1750); el futuro Fernando IV de Nápoles y Sicilia (1751-1825), sucesor de Carlos III en ambos Reinos desde 1759; el Infante Gabriel (1752-1788); la Infanta María Ana (1754-1755); el Infante Antonio Pascual (1755-1817) y el Infante Francisco Javier (1757-1771). El Soberano enviudó de María Amalia de Sajonia el 27 de septiembre de 1760.  

Después de reinar en el Sur de Italia durante casi veinticinco años, Carlos III accedió al trono español tras la muerte sin sucesión de su hermanastro, Fernando VI, el 10 de agosto de 1759. Su reinado coincidió con el apogeo de la Ilustración en España. El nuevo Rey se rodeó de un grupo de colaboradores y ministros reformistas e ilustrados entre los que destacaron el Marqués de Grimaldi, Pedro Rodríguez Campomanes, los Condes de Floridablanca y Aranda o Pablo de Olavide, entre otros, que protagonizaron la vida política española después de que los Motines de 1766 obligaran al Monarca a prescindir del siciliano Marqués de Esquilache, que le había acompañado a España en 1759. 

La política interior alentada por el Rey y sus ministros se caracterizó por la introducción de reformas en ámbitos como el Ejército y la Marina, la Administración central y municipal, la Justicia, la economía y las finanzas del Estado. La voluntad reformista de los gobiernos de Carlos III cristalizó en la promulgación de las Reales Ordenanzas Militares de 1768, la creación de nuevas Reales Fábricas, la dignificación de ciertos oficios mecánicos y la limitación de los privilegios gremiales, que lastraban el desarrollo manufacturero, el establecimiento de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, la fundación de las Sociedades Económicas de Amigos del País desde 1772 y del Banco de San Carlos en 1782, o la creación de la Junta Suprema de Estado en 1787, entre otras medidas. El reformismo carolino se extendió también a los Reinos de Ultramar con la introducción de las Intendencias desde 1762, la creación del Virreinato del Río de la Plata (1776-1777), el desarrollo de ciertas reformas para la mejor defensa de los territorios americanos, la puesta en vigor de medidas para una lucha más eficaz contra el contrabando, o la promulgación de los Decretos de libre comercio de 1765 y 1778. En materia religiosa, el Monarca decretó en 1767 la expulsión de la orden jesuítica de España y los Virreinatos americanos, además de ser un firme defensor del reforzamiento de la autoridad real frente a la jurisdicción eclesiástica. 

A semejanza de lo que hiciera en Nápoles y Sicilia, Carlos III se preocupó asimismo por el estímulo de las artes y las ciencias. A lo largo del reinado del Monarca, son de destacar los planes para la mejora de la higiene pública y la remodelación urbana de Madrid, embellecida desde la década de 1770 con algunos monumentos emblemáticos de la ciudad como la fuente de la Cibeles y la Puerta de Alcalá, por ejemplo. De esta época datan también la creación del Real Gabinete de Historia Natural (1771) y del Colegio de Cirugía de San Carlos (1780), la inauguración del Real Jardín Botánico (1781), o el impulso otorgado a las obras del Hospital General de Madrid y el Real Observatorio Astronómico, entre otras iniciativas. El interés de Carlos III en la ciencia, la técnica, la botánica y la medicina tuvo a su vez una proyección ultramarina que se manifestó en las expediciones científicas a la América española, financiadas por la Corona, como la efectuada por José Celestino Mutis desde 1782 por ejemplo.  

Por último, en lo que concierne a la política exterior, Carlos III abandonó la neutralidad que había caracterizado al reinado de Fernando VI y suscribió con Francia el tercer “Pacto de Familia” el 15 de agosto de 1761. Este viraje diplomático entrañó la poco exitosa participación española en la Guerra de los Siete Años (1756-1763). En virtud de la Paz de París de febrero de 1763, España debió ceder a Inglaterra la Florida oriental y occidental, así como ciertos privilegios comerciales en el Caribe. No obstante, este fracaso inicial impulsó una reorganización y modernización del Ejército español cuya eficacia se hizo patente durante el siguiente conflicto con los británicos, entre 1779 y 1783, esta vez en apoyo a la independencia de los Estados Unidos. Tras el cese de las hostilidades, Inglaterra se vio obligada a devolver a España la isla de Menorca y las dos Floridas, según lo estipulado en la Paz de Versalles de septiembre de 1783. 

Carlos III falleció en Madrid el 14 de diciembre de 1788. Sus restos se encuentran enterrados en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial.

Fuente: Real Academia de la Historia (https://www.rah.es)

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Carlos IV
Monarca

Carlos IV

(Nápoles (Italia), 1748 - Nápoles (Italia), 1819)

Séptimo de los trece hijos de Carlos III (1716-1788) y de María Amalia de Sajonia (1724-1760), el futuro Carlos IV fue jurado Príncipe de Asturias ante las Cortes el 9 de junio de 1760, después de que su hermano mayor, Felipe, fuese excluido de la sucesión al trono debido a sus problemas de salud. El 14 de septiembre de 1765 contrajo matrimonio en el Palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia) con la Princesa María Luisa de Parma (1751-1819), su prima. La pareja real tuvo catorce hijos: el Infante Carlos Clemente (1771-1774); la Infanta Carlota Joaquina (1775-1830), Reina de Portugal por su matrimonio con Juan VI (1767-1826); la Infanta María Luisa (1777-1782); la Infanta María Amalia (1779-1798), esposa de su tío el Infante Antonio Pascual; el Infante Carlos Domingo (1780-1783); la Infanta María Luisa (1782-1824), Reina de Etruria al casarse con Luis de Borbón (1773-1803); los Infantes gemelos Carlos Francisco (1783-1784) y Felipe Francisco (1783-1784); el futuro Fernando VII (1784-1833), que sucedería a su padre en el trono; el Infante Carlos María Isidro (1788-1855), futuro Pretendiente carlista a la Corona española; la Infanta María Isabel (1789-1848), Reina de las Dos Sicilias como esposa de Francisco I (1777-1830); la Infanta María Teresa (1791-1794); el Infante Felipe (1792-1794) y el Infante Francisco de Paula (1794-1865), que casó con la princesa Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias (1804-1844). 

Durante su etapa como heredero al trono, el Príncipe Carlos llevó una vida rutinaria y relativamente sencilla. Desde los dieciséis años, Carlos III le permitió asistir a las reuniones del Consejo de Castilla con el fin de estimular su aprendizaje en el arte de gobierno. Aunque su influencia política era limitada, con el tiempo los Príncipes de Asturias se vieron inmersos en ciertas intrigas cortesanas que tenían su origen en la rivalidad de dos de los principales ministros de Carlos III: los Condes de Floridablanca y Aranda. 

El ascenso de Carlos IV al trono español se produjo el 14 de diciembre de 1788. El estallido de la Revolución Francesa el 14 de julio de 1789 obligó al nuevo Rey a introducir cambios en la línea de gobierno seguida por su predecesor. Estos cristalizaron no sólo en el nombramiento del Conde de Aranda como Secretario de Estado, en sustitución del Conde de Floridablanca, sino también en la participación de España en las primeras coaliciones europeas contra la Francia revolucionaria. El Conde de Aranda apenas se mantuvo unos meses en el poder. El 15 de noviembre de 1792 fue sustituido por Manuel Godoy, antiguo guardia de corps que comenzó a frecuentar a Carlos IV y María Luisa de Parma cuando todavía eran Príncipes de Asturias. El nuevo ministro alentó un viraje considerable en la política exterior española. Consciente de la incapacidad de España para imponerse militarmente a los ejércitos franceses en la frontera pirenaica, pese a algunos éxitos de las armas españolas comandadas por el general Ricardos, Manuel Godoy se avino a firmar la Paz de Basilea el 22 de julio de 1795. Un año después, el 18 de agosto de 1796, accedió a suscribir el segundo Tratado de San Ildefonso con la República francesa. 

La alianza con Francia entrañó el enfrentamiento de España con Portugal e Inglaterra. Con la primera, la España de Carlos IV libró la conocida como “Guerra de las Naranjas”, breve conflicto que se zanjó con la incorporación de Olivenza al territorio español. Con Inglaterra, la suerte fue más desfavorable. A pesar de los méritos de los marinos españoles Cosme Churruca, Federico Gravina y Dionisio Alcalá Galiano, la incompetencia del almirante francés Villeneuve permitió al británico Lord Nelson infligir una aplastante derrota a la flota francoespañola en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. 

Los resultados de dicha batalla no afectaron a la alianza de España con Francia, que se vio reforzada con la firma el 27 de octubre de 1807 del Tratado de Fontainebleau, origen de la posterior ocupación francesa de buena parte del territorio español. Para entonces, la oposición a Manuel Godoy era creciente en la corte, donde estaba liderada por el heredero de la Corona, el Príncipe Fernando. En noviembre de 1807, la conocida como “conspiración de El Escorial” terminó en fracasó. Sin embargo, meses después, el malestar social generado por la crisis económica sería instrumentalizado por los opositores al ministro durante el Motín de Aranjuez (17-18 de marzo de 1808). La revuelta no sólo provocó la caída de Manuel Godoy sino también la abdicación de Carlos IV en Fernando VII el 19 de marzo de 1808. Erigido en árbitro de las disputas internas españolas, el Emperador Napoleón convocó a la familia real a Bayona, donde el 5 de mayo de ese mismo año forzó las renuncias de Carlos IV y Fernando VII a la Corona. La noticia de las abdicaciones de Bayona suscitó la patriótica reacción que dio lugar a la Guerra de la Independencia (1808-1814). 

Carlos IV permaneció en Francia durante los primeros años del conflicto. En 1812, el antiguo Monarca se instaló en Roma junto a la Reina María Luisa y Manuel Godoy. Definido en su día por Napoleón como un “patriarca franco y bueno”, aficionado a la caza y los oficios mecánicos y amante de la música y la pintura, de lo que da cuenta el mecenazgo que dispensó al compositor y violinista Gaetano Brunetti o al pintor Francisco de Goya y Lucientes, Carlos IV falleció en Nápoles el 19 de enero de 1819, mientras se encontraba visitando a su hermano Fernando, Rey de las Dos Sicilias. Los restos del Monarca reposan en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial.

Fuente: Real Academia de la Historia (https://www.rah.es)

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María Luisa de Parma
Monarca

María Luisa de Parma

(Parma (Italia), 1751 - Roma (Italia), 1819)

Hija del Infante Don Felipe (1720-1765), Duque de Parma, y de Luisa Isabel de Borbón (1727-1759), María Luisa de Parma era nieta de los Reyes Felipe V de España (1683-1746) y Luis XV de Francia (1710-1774). Su matrimonio con el entonces Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV (1748-1819), se celebró en el Palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia) el 4 de septiembre de 1765. Los primeros años de María Luisa de Parma en España no fueron fáciles debido a sus dificultades de adaptación a la austera corte de su suegro, Carlos III (1716-1788). La pareja real tuvo catorce hijos: el Infante Carlos Clemente (1771-1774); la Infanta Carlota Joaquina (1775-1830), Reina de Portugal por su matrimonio con Juan VI (1767-1826); la Infanta María Luisa (1777-1782); la Infanta María Amalia (1779-1798), esposa de su tío el Infante Antonio Pascual; el Infante Carlos Domingo (1780-1783); la Infanta María Luisa (1782-1824), Reina de Etruria al casarse con Luis de Borbón (1773-1803); los Infantes gemelos Carlos Francisco (1783-1784) y Felipe Francisco (1783-1784); el futuro Fernando VII (1784-1833), que sucedería a su padre en el trono; el Infante Carlos María Isidro (1788-1855), futuro Pretendiente carlista a la Corona española; la Infanta María Isabel (1789-1848), Reina de las Dos Sicilias como esposa de Francisco I (1777-1830); la Infanta María Teresa (1791-1794); el Infante Felipe (1792-1794) y el Infante Francisco de Paula (1794-1865), que casó con la princesa Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias (1804-1844).

Tras el ascenso de Carlos IV al trono español, el 14 de diciembre de 1788, María Luisa de Parma se convirtió en una figura muy influyente en los asuntos de gobierno. Conocida es la protección que la nueva Reina otorgó a la carrera política del antiguo guardia de corps, Manuel Godoy, tras la destitución de los Condes de Floridablanca y Aranda como ministros. Igualmente notable fue el interés de la Soberana en algunas de las obras benéficas llevadas a cabo por la Junta de Damas de Honor y Mérito, como la gestión de las Escuelas Patrióticas, por ejemplo. Con el fin de incrementar la implicación de las mujeres de la aristocracia en las labores asistenciales, la Reina ideó asimismo la creación de la Orden de Damas Nobles de María Luisa, cuyos Estatutos firmó personalmente el 15 de marzo de 1794.

Después de la renuncia de Carlos IV al trono el 19 de marzo de 1808, María Luisa de Parma se instaló en Francia en compañía de su esposo y Manuel Godoy. Los antiguos Reyes residieron en el país vecino hasta 1812, cuando Napoleón autorizó su definitivo establecimiento en Roma, donde la Soberana falleció el 2 de enero de 1819. Los restos de María Luisa de Parma están enterrados en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial. 

Fuente: Real Academia de la Historia (https://www.rah.es)

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Goya y Lucientes, Francisco de
Autor

Goya y Lucientes, Francisco de

(Fuendetodos, 1746 - Burdeos, 1828)

Goya y Lucientes, Francisco de. Fuendetodos (Zaragoza), 30.III.1746 - Burdeos (Francia), 16.IV.1828. Pintor.

Goya nació accidentalmente en Fuendetodos, pueblo de su familia materna. Braulio José Goya, dorador, de ascendencia vizcaína, y Gracia Lucientes, de familia campesina acomodada, residían en Zaragoza, donde contrajeron matrimonio en 1736. Francisco fue el cuarto de seis hermanos: Rita (1737); Tomás (1739), dorador también, citado a veces como pintor; Jacinta (1743); Mariano (1750), muerto en la infancia, y Camilo (1753), eclesiástico y capellán desde 1784 de la colegiata de Chinchón.

Tras la escuela, que la tradición acepta con reservas como la de los padres escolapios de Zaragoza, entró en el taller de José Luzán (1710-1785), hijo también de un dorador vecino de los Goya, de...

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