Cargando...
Biografía
Noveno de los catorce hijos de Carlos IV (1748-1819) y de María Luisa de Parma (1751-1819), el futuro Fernando VII fue jurado Príncipe de Asturias ante las Cortes el 23 de septiembre de 1789, tras las muertes sucesivas de sus hermanos mayores. Los primeros años de vida del Príncipe transcurrieron bajo la tutela de su ayo, el Marqués de Santa Cruz, de sus sucesivos preceptores, de los que el más conocido fue el Canónigo Juan de Escóiquiz, y de su maestro, el Padre Cristóbal Bencomo. Durante su educación, el Príncipe Fernando aprendió Filosofía, Gramática y latín, además de recibir nociones de música y dibujo, disciplina esta última en la que tomó lecciones del pintor Antonio Carnicero.
Casado en cuatro ocasiones, las esposas de Fernando VII fueron la Princesa María Antonia de Borbón (1784-1806), con quien no tuvo descendencia; la Infanta portuguesa Isabel de Braganza (1797-1818), madre de la Infanta María Isabel Luisa, fallecida poco después de su nacimiento en 1817; la Princesa María Josefa Amalia de Sajonia (1803-1829), con la que el Monarca tampoco tuvo sucesión; y la Princesa María Cristina de Borbón Dos Sicilias (1806-1878), con quien Fernando VII contrajo matrimonio el 12 de diciembre de 1829 y con la que el Rey tuvo dos hijas: la futura Isabel II (1830-1904) y la Infanta María Luisa Fernanda (1832-1897), Duquesa de Montpensier al casarse con Antonio de Orleans (1824-1890).
Durante su etapa como heredero de la Corona, el Príncipe Fernando participó en distintas conjuras cuyo fin último era lograr la caída del favorito de los Reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, el ministro Manuel Godoy. La más importante de todas ellas fue la “conspiración de El Escorial”, que terminó en fracaso en noviembre de 1807. Los sucesos de El Escorial constituyeron el prolegómeno del Motín de Aranjuez. Los hechos, que transcurrieron entre el 17 y el 18 de marzo de 1808, desembocaron en la destitución y breve encarcelamiento de Manuel Godoy, así como en la abdicación de Carlos IV en su hijo el 19 de marzo de ese mismo año. Poco después, Napoleón convocó a la familia real a una reunión en Bayona. Durante su desarrollo, el Emperador francés obligó a Fernando VII a devolver la Corona española a su padre, Carlos IV, quien a su vez se vio forzado a cederla a Napoleón. Acto seguido, éste último la entregó a su hermano José Bonaparte. Las abdicaciones de Bayona nunca fueron aceptadas por el pueblo español, que luchó contra la ocupación francesa y la imposición de José Bonaparte como Monarca durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). A lo largo del conflicto, Fernando VII permaneció exiliado en el Castillo de Valençay (Francia), donde llevó una rutinaria existencia. Incapaz de quebrar la resistencia española, que contaba con el apoyo de Inglaterra, las tropas francesas abandonaron España a mediados de 1813. En virtud del Tratado de Valençay del 11 de diciembre de ese mismo año, Napoleón accedió a devolver la Corona española a Fernando VII. El Monarca regresó a España en la primavera de 1814. Contrario a aceptar el régimen constitucional vertebrado en las Cortes de Cádiz desde 1810, Fernando VII aprovechó las diferencias surgidas en el seno del Liberalismo español para derogar la Constitución de 1812 y restablecer el Absolutismo monárquico.
Los primeros años del reinado de Fernando VII se caracterizaron por la frecuencia de las conspiraciones liberales y el fracaso de los pronunciamientos liderados por militares que se habían distinguido en la Guerra de la Independencia, como los generales Francisco Espoz y Mina, Luis Lacy o Juan Díaz Porlier, entre otros, así como por las dificultades económicas de una España de posguerra que se encontraba en pleno proceso de reconstrucción. El 7 de marzo 1820, el pronunciamiento del teniente coronel Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) extendió la insurrección a distintos puntos de España y forzó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812. Educado desde la infancia para ejercer como Monarca absoluto, el Soberano tuvo dificultades para adaptarse a su papel de Rey constitucional. Después de tres años de gobierno liberal, el temor a que el cambio del régimen español pudiera afectar a la estabilidad política de la Europa post-napoleónica llevó a las potencias absolutistas europeas a planear una nueva invasión de España. A finales de 1823, Fernando VII quedó restaurado en la plenitud de sus poderes regios gracias a la intervención del ejército francés, conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis.
La última década del reinado (1823-1833) estuvo condicionada por la crisis financiera, agravada por la definitiva emancipación de la América española en 1824, y por la pugna entre liberales y ultra-realistas, partidarios de la continuidad del Antiguo Régimen. Ambos grupos alentaron distintos pronunciamientos e insurrecciones como la “Revuelta de los agraviados” (1827), de carácter absolutista, o el desembarco del general liberal José María Torrijos en las costas de Málaga (1831). Desde 1830, la cuestión sucesoria pasó al primer plano de la escena política. El reconocimiento –tras derogar la Ley Sálica que excluía del trono a las mujeres– de la futura Isabel II como heredera de la Corona, que los ultra-realistas rechazaron, llevó a Fernando VII a rodearse de un grupo de ministros de talante absolutista moderado, entre los que destacó Francisco Cea Bermúdez, con los que gobernó hasta su muerte, acaecida en Madrid el 29 de septiembre de 1833. Los restos de Fernando VII se encuentran enterrados en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial.
Fuente: Real Academia de la Historia (https://www.rah.es)