Cristo y la Magdalena en casa de Simón el Fariseo
1496-1504
Forma parte del «Políptico de Isabel la Católica», junto a otras escenas de la vida de Cristo. El inventario de bienes de Isabel la Católica, realizado en el castillo de Toro en 1505, tras la muerte de la reina, denomina esta tabla «la penitencia de la Magdalena». La razón se debe a que representa el momento en que la pecadora unge con sus largos cabellos los pies de Cristo (Lucas 7, 36-48), en señal de arrepentimiento, mientras que Éste está sentado a la mesa junto a Simón el Fariseo, que se distingue por llevar atuendo contemporáneo de caballero castellano.
La imagen serena y majestuosa de Cristo responde al tipo humano tan personal creado por el pintor para toda la serie, y va coronado con el nimbo crucífero dorado, que lleva sólo en la «Entrada a Jerusalén» o en los «Improperios en casa de Caifás». Sobre el imponente mantel blanco se disponen una serie de objetos de mesa, que, junto a los detalles ambientales del reloj sobre la pared o los muebles de la sala, son muestra de la categoría social del anfitrión. La complicada, pero elegante postura de María Magdalena, postrada ante Cristo y de espaldas al espectador, ha permitido al artista la posibilidad de recrearse en esa bella reproducción de un sinfín de pliegues, tanto para su túnica ocre como para el manto rosa extendido sobre el suelo. Junto a ella, el tarro de ungüentos con el que tradicionalmente se la identifica, que, en esta ocasión, es un rico ejemplar de orfebrería en forma de templete clásico. Y al otro lado, un perro de color blanco, que vuelve a representarse en otras tablas de este políptico.
La escena se desarrolla en un pórtico abierto con bóveda de crucería y columnas pareadas de estilo incierto. Otro espacio se abre al fondo, a través de una puerta de sección semicircular, en el que existe otro vano de idénticas características que simula otra estancia, cada uno con la figura de un sirviente bajo su umbral, todo ello conseguido gracias al recurso de una perfecta perspectiva lineal de clara influencia cuatrocentista. Estos atrevidos juegos escenográficos pueden considerarse entre los ejemplos más tempranos del Renacimiento italianizante en el panorama artístico castellano de aquellos momentos.