La resurrección de Lázaro
1496-1504
Forma parte del «Políptico de Isabel la Católica», junto a otras escenas de la vida de Cristo. El Señor aparece bendiciendo con su brazo extendido a Lázaro de Betania, que acaba de volver a la vida, dejando a un lado la tapa del sepulcro, en la que puede leerse «LASARA» (Lázaro) (Juan 11, 33-44). El resucitado se desenvuelve de la mortaja que le cubría, dejando al descubierto su cuerpo desnudo, cuya palidez mortecina contrasta con la riqueza cromática de los mantos de los personajes que le rodean, muy especialmente con las túnicas azul oscuro de la figura esbelta de Cristo y del otro personaje arrodillado que ayuda a Lázaro. La joven dama de rodillas que se ve tras Lázaro debe ser su hermana, y que, según el texto evangélico de san Juan, es Marta y no María. Su rostro es de una gran serenidad ante la repentina resurrección de Lázaro y viste a la moda de la época. Por este último motivo, se ha sugerido que pudiera ser un retrato de una de las hijas de los Reyes Católicos, pero no parece convincente, ya que su rostro ovalado, con amplia frente, mentón menudo o boca de labios pequeños y carnosos, corresponde al modelo genérico del pintor creado para las figuras femeninas. Junto a ella, aparecen hombres de otras razas: un árabe con chilaba y turbante, así como un africano con túnica rosa. A las espaldas de Cristo, se reúnen varios de sus discípulos y la figura joven de san Juan, vestido con su habitual color bermellón, destacándose del resto. La escena se cierra con un templo cristiano de líneas clásicas, que lleva anexa una alta torre gótica en construcción, que sirve de enmarque al consabido cementerio que suele haber en todos los monasterios medievales de la época. Los árboles frondosos del fondo son los característicos del pintor, que sigue muy apegado a la tradición flamenca del siglo XV.
En el reverso de esta tabla figura escrito en tinta «Juan Astrat», que podría ser la forma hispanizada del verdadero nombre del artista -Jan van der Straet-, pero es difícil poder adscribirla a ninguno de los dos pintores con este apellido que aparecen trabajando en ese momento en Brujas. Por ello, habrá que continuar identificándolo con el apelativo de Juan de Flandes o Juan Flamenco, cuyo apellido alude a su origen y con el que aparece en las cuentas de la tesorería de la reina Isabel la Católica y en los contratos documentados de Salamanca y Palencia.