Las tres Marías contemplando el sepulcro vacío
1496-1504
Forma parte del «Políptico de Isabel la Católica», junto a otras escenas de la vida de Cristo. La tabla representa el momento en que un ángel de bellas alas muestra a las tres Marías -María Magdalena, María Salomé y María de Cleofás- el gran sepulcro vacío de Cristo (Marcos 16, 1; Mateo 28, 1-7; Lucas 24, 1-9; y Juan 20, 1). Arrodillada ante el sepulcro de líneas clásicas se halla María Magdalena, reflexionando sobre la resurrección de Jesús, de la que es testimonio el paño transparente de la mortaja, que cuelga de la urna. Junto a ella, las otras dos Marías, con sus pomos de ungüentos para embalsamar el cuerpo de Cristo, mientras que el frasco de cerámica policromada de la Magdalena reposa sobre la tumba. Sobre el casco metálico del soldado dormido de primer término, brilla de forma muy particular el reflejo de una ciudad en llamas, fórmula muy utilizada por el pintor para simbolizar la destrucción y el mal. El paisaje se resuelve por medio de varios planos de formaciones rocosas, muy sutilmente graduados a través de una atmósfera delicada y meditativa.
Las figuras están realizadas con una técnica muy cuidada a base de tonos claros, aplicados con una gran suavidad, lo que ayuda a acentuar la delicadeza expresiva de los protagonistas de la escena. Son de destacar las alas del ángel, cuya forma tan extremadamente puntiaguda nos trae a la memoria los ejemplares de Rogier van der Weyden, y cuyos remates se resuelven con unos preciosos acordes tornasolados. Este refinado sentido del color es propio de Juan de Flandes, que refleja las tendencias de los centros miniaturistas principales de Gante y Brujas, en los que se formó. Es una de las tablitas que más destacan por la elegancia de sus personajes femeninos y por su «pureza» y «excelencia», calificativos que fueron utilizados por Alberto Durero cuando conoció este políptico durante su visita al palacio de Margarita de Austria en Malinas en 1521.